Entre las principales tendencias de investigación está dejar de usar productos químicos y revisar las frutas con tecnologías no invasivas, para no tocarlas ni destruirlas. También se busca ahorrar mano de obra y adaptar un mayor volumen de contenedores con atmósfera controlada.
Soportar largos viajes para llegar en buenas condiciones a destino es algo que a los exportadores de fruta les interesa más que a nadie. Por eso, varias tecnologías y desarrollos para mejorar la vida de poscosecha de distintas especies se han creado en Chile.
Uno de los focos en los que se está trabajando es en la implementación de embalajes inteligentes, que permitan controlar el desarrollo de enfermedades al liberar distintos compuestos según cada especie, de los cuales ya hay algunos resultados comerciales, como la bolsa SmartPac para la uva de mesa y arándanos.
Sin embargo, no es la única área de investigación para mejorar la logística detrás de la fruta. Una de las tendencias es buscar dispositivos que mantengan las condiciones sanitarias de los productos, especialmente en los puntos más críticos, como los cambios de medio de transporte o puntos de inspección, y sistemas que flexibilicen la disponibilidad de contenedores con atmósfera controlada, con los cuales las frutas pueden permanecer «dormidas» hasta llegar a destino.
Mirando a mediano plazo, y todavía a escala de laboratorio, los investigadores internacionales también se están centrando en detectar las enfermedades y problemas de condición mediante el uso de tecnologías no invasivas, sin romper o tocar los frutos, lo que a futuro podría derivar en aplicaciones para celulares que permitan «escanear» los productos antes de comprarlos.
Sobre estos desarrollos, el investigador del área de poscosecha de la Universidad Católica, Juan Pablo Zoffoli, asegura que van a generar un vuelco importante en la industria, ya que no solo va a importar el aspecto externo de la fruta. «Se va a generar una presión enorme en la forma como consumimos los productos, en cómo se ven y cómo se presentan. Todavía no hay nada de uso masivo en esta área, pero es una de las tecnologías que vienen», afirma.
En las nuevas tecnologías disponibles, según aseguran en las mismas empresas, el crecimiento en ventas es exponencial.
Analizar sin tocar
En el camino para llegar a obtener una «app» que escanee las frutas, una de las áreas que ha cobrado más fuerza es el desarrollo de tecnologías no invasivas para medir el nivel de azúcar, fenoles o firmeza, algo en lo que ya están trabajando en la UC, en las manzanas, donde tienen el prototipo de una máquina que permitiría verificar si tienen corazón acuoso o pardeamiento interno.
«Es una tecnología que hasta ahora no existe y se basa en utilizar el espectro de la luz para identificar o cuantificar ciertos compuestos en función de las longitudes de ondas que se seleccionan», explica Juan Pablo Zoffoli, y detalla que el objetivo sería llegar a establecer este sistema en las líneas de embalaje para diagnosticarlas, ya que hasta ahora la única forma de saberlo es partiendo las manzanas.
Sobre ese proyecto, adelanta que están comenzando una segunda etapa junto con las empresas que fabrican equipamiento, para escalarla a nivel comercial, con la idea de que se pueda implementar incluso en los puntos de venta. «Estamos en esta etapa de la detección no invasiva, pero nuestro objetivo es llegar a entregar una herramienta al consumidor», asegura.
Aunque se han concentrado en las manzanas, el experto de la UC cuenta que también están trabajando con kiwis, para medir los niveles de azúcar, lo que se analiza con otro espectro específico de la longitud de onda de la luz, generalmente dentro del rango infrarrojo, y que también se podría utilizar en otras especies.
No usar químicos
Usar elementos inocuos e inofensivos, pero que permitan prolongar la duración de los productos frescos, es la combinación que ha logrado Oxyion, un desarrollo que partió en Chile hace unos veinte años y que en los últimos tres, con avances realizados en Estados Unidos y Europa, se ha convertido en una solución para la sanidad de las frutas.
El sistema opera con un reactor, casi del tamaño de un microondas, que emite siete tipos de oxígeno reactivo para atacar distintos problemas, como los hongos y bacterias. Es decir, el aparato toma el aire del lugar -que debe ser un ambiente cerrado- y lo hace pasar por un filtro de papel, para luego entrar en un tubo donde se le realizan descargas de pulsos eléctricos controlados. Eso produce que ciertas moléculas reciban una carga negativa a través del aire, lo que afecta a los microorganismos a través de procesos de oxidación.
«Nos concentramos en el efecto de los peróxidos como fungicidas y los hidróxidos como bactericidas, pero finalmente es la acción sinérgica de todos los tipos de oxígeno reactivo lo que produce, primero, la desinfección del aire, y luego una sanitización constante», explica el gerente comercial de Oxyion, Juan Pablo Avendaño.
También destaca que el sistema tiene telemetría, que entrega información detallada de cómo está funcionando y que puede operar las 24 horas y todos los días del año, incluso con personas trabajando dentro de un lugar, porque no emite ninguna sustancia química. Esto último, dice, lo diferencia de los otros sistemas disponibles a nivel mundial para sanitizar productos frescos, y destaca que por esa cualidad lo usan en hortalizas y frutas orgánicas.
La empresa está formada casi en su totalidad por capitales chilenos y su principal rubro es el hortofrutícola, pero están creciendo en las áreas de alimentos e inocuidad alimentaria, vinos y flores, especialmente en Colombia. «Tenemos unos tres mil equipos instalados a nivel mundial y en los próximos dos años esperamos duplicarlos», estima Avendaño.
El experto de la UC Juan Pablo Zoffoli reconoce que Oxyion tiene un gran impacto en la industria a nivel de sanidad ambiental, en el que el control microbiológico es clave. Además, recalca que «la exigencia de usar cada vez menos químicos está desde hace mucho tiempo, y ahora ya empieza a aparecer ese requerimiento para el manejo integral del sistema».
Por la misma línea va el filtro Voronoi, desarrollado por la compañía chilena Innvento, que -en base a carbón activado y una tecnología que quieren mantener en reserva- degrada el etileno que normalmente liberan las frutas y hortalizas para retardar la maduración y disminuir el riesgo de aparición de hongos y enfermedades.
El filtro se instala en las tomas de aire de recirculación de los contenedores, por lo que no retrasa el proceso de embalaje, con un precio de US$ 100, y sirve para realizar un viaje. Desde Innvento afirman que ya lo instalaron en un embarque de kiwis, una de las frutas que ven entre las más atractivas como mercado.
Atmósfera controlada para todos
Contar con atmósfera controlada para el transporte no es algo nuevo, pero el dispositivo Liventus, desarrollado en Chile y que permite adaptar ese sistema a cualquier contenedor en pocos minutos, sí comienza a ser una revolución.
El primer embarque con este aparato salió en enero del año pasado y, en poco más de un año, ya es utilizado en Perú, Colombia, México, Estados Unidos, Ecuador y Sudáfrica. «Lanzamos esto y al año ya estábamos haciendo 100 embarques semanales solo en Chile. A Perú entramos en julio y hacemos el mismo volumen semanal… Nunca proyectamos que íbamos a ser tan exitosos en la primera temporada», explica Sofía Ramírez, gerenta comercial de Liventus para Chile.
El dispositivo que ofrecen es un controlador de unos 15 centímetros que se inserta en el contenedor -el cual también se forra con una cortina aislante- y regula la temperatura mediante la ventilación hasta por 60 días, que es lo que dura la batería que tiene incorporada.
«Por ejemplo, las paltas necesitan cierto porcentaje de CO2 y oxígeno, y cuando empiezan a respirar más aumenta el nivel de CO2. El controlador lee eso y empieza a ventilar, eso es lo que hace constantemente… Hay todo un desarrollo de software, porque el controlador responde según cada fruta y su tasa de respiración», detalla Sofía Ramírez.
Los planes de la compañía -que era la oficina chilena de la internacional Transfresh, hasta que en 2014 compraron esa firma, que ofrece el servicio tradicional de atmósfera controlada- son ampliar para este año la disponibilidad de aparatos para los exportadores.
Su foco está puesto especialmente para frutas como carozos y arándanos, que en años anteriores se quedaban sin la opción de transportar la fruta con atmósfera controlada debido a la poca disponibilidad de containers especiales, e ingresar al mercado de los plátanos y las flores, que requieren de otro tipo de controlador de atmósfera debido a sus requerimientos especiales.
Optimizar la mano de obra
Si buena parte de las investigaciones están enfocadas en conservar y alargar la vida útil de las frutas, otro aspecto relevante es cómo hacer más eficiente y optimizar la labor en los packings de la mano de obra, cada vez más difícil de conseguir.
En respuesta a eso la empresa San Jorge Packaging, en conjunto con la Universidad Católica y algunas exportadoras, ha estado trabajando en desarrollar un envase más automatizable para algunas frutas, como las cerezas. Para ello comenzaron a implementar a escala comercial los embalajes de termoformado, los que están comenzando a probar también en arándanos.
Al igual que la mayoría de los envases para cerezas, funciona con el sistema de atmósfera modificada, pero aquí es una máquina la que genera el envase a partir de la fruta que va recibiendo. «Son dos láminas de polietileno, una abajo y otra arriba, y a través del calor la lámina de abajo se deforma hasta quedar muy parecida a un sachet de queso laminado, conteniendo la fruta», explica Cristóbal González, subgerente de márketing e inteligencia de negocios. Destaca que también aporta en la presentación, porque es completamente transparente, y está diseñada para 2,5 kilos y 5 kilos.
«La mayor propiedad de este envase y el porqué se genera es para ahorrar mano de obra, ya que con el embalaje tradicional necesitas a una persona para que lo selle, doble y cierre la caja. También da seguridad en términos de que se automatiza el proceso de embalaje y sellado de las frutas», agrega.
Así como lo están probando en arándanos, tienen el interés de sumar el envase termoformado a otras especies, pero la limitante es la resistencia del material para el formato con el cual se exportan las de mayor tamaño, como las manzanas o kiwis, que pueden ser hasta de 18 kilos.
Juan Pablo Zoffoli añade que también están trabajando en conjunto para desarrollar una membrana que permitiría ajustar las concentraciones de gases ante las fluctuaciones térmicas del ambiente, volviéndose más permeable, algo que están perfeccionando para implementar a nivel comercial, y que ya está patentada.
fuente: economiaynegocios.cl