Con llamativos rombos negros y advertencias como “Alto en Azúcares” y “Alto en Grasas Saturadas” debutó en junio de este año la nueva Ley de Etiquetado de Alimentos, que hoy tiene a las empresas forzadas a innovar e invertir en Investigación y Desarrollo (I+D) para combinar lo sano con lo rico.
Actores del sector concuerdan en que la ley no sólo plantea retos para las compañías, sino también oportunidades, dado que la incursión en nuevos ingredientes y procesos que mantengan los nutrientes naturales de las materias primas, elevaría su estándar en el mercado local, facilitando la exportación a mercados más exigentes.
“Este es un pie forzado para que las empresas inviertan más en hacer productos que cumplan con la normativa local. Como consecuencia, es muy probable que se incorporen a la matriz exportadora, porque serían muy apreciados en el mundo: cumplen con lo saludable y Chile tiene las materias primas más ricas para agregarles valor”, afirma Andrés Barros, gerente de Alimentos y Biotecnología de Fundación Chile (FCh).
El ejecutivo explica que este paso, ayudaría a que el país se introduzca en el mundo de los alimentos saludables, en el mediano plazo, con mayor valor agregado, en lugar de los de carácter primario, frescos o mínimamente procesados a los que se dedica hoy, en casi 80%.
Barros sostiene que, al menos, 20% de los productos se han reformulado o está en proceso de (desde la puesta en marcha de la ley), mientras otros han salido del mercado.
“Hay una brecha entre las grandes empresas y las pequeñas. Las primeras tienen recursos y están en proceso de reformulación de los alimentos desde hace años, mientras que las chicas requieren de un acompañamiento del Estado para desarrollar nuevas tecnologías y fomento a la I+D, que permitan el pilotaje de alimentos y su escalamiento”.
Barros asegura que el segmento de alimentación saludable en Chile ha crecido en los últimos cinco años a tasas de 10% anual, por lo tanto, no tiene que ver sólo con la ley, sino con un mercado local e internacional cada vez más exigente.
Por su parte, el académico José Ricardo Pérez, representante de la Universidad Católica (UC) en el recién creado Centro de Desarrollo para la Industria de Alimentos (CeTA)- del cual este plantel tiene el mandato hasta que se forme una corporación sin fines de lucro para su gestión- señala que la nueva entidad es un impulso para que Chile se posicione en el extranjero y, al corto plazo, sea un proveedor mundial de ingredientes funcionales.
CeTA accedió a fondos de Corfo por $10 mil millones, los que se ejecutarán en 10 años. Lo conforman seis entidades: las universidades Católica, de Chile, de la Frontera, y de Talca junto a Fraunhofer Research y la Fundación Chile, los que pondrán a disposición de las empresas sus capacidades para acompañarlas en todo el proceso de desarrollo e innovación en el sector e incluso en temáticas de emprendimiento, legales de propiedad intelectual y otros.
Su foco estará en el pilotaje, una etapa donde Pérez recalca que es vital avanzar para llegar a comercializar con éxito los productos. Para ello construirán tres plantas, la primera de alimentos fucionales, donde existen mayor cantidad de proyectos en carpeta y luego otras dos que se abocarán a alimentos procesados y packaging (empaque), respectivamente.
“Hoy las empresas están con la presión de los discos pare por la ley y el centro podría ayudarlos en los desarrollos que necesiten, pero no solo en nuevos productos sino con una visión integral”, explica Pérez.
Desde la academia, Pía Larrondo, coordinadora de Vinculación Universidad-Empresa del Área de Alimentos del Centro de Innovación UC Anacleto Angelini, cree que la ley es una oportunidad para investigar, desarrollar e innovar, con una perspectiva de colaboración entre la academia y el sector productivo. “Para las empresas eliminar los discos pare es un gran desafío, ya que las grasas, sal y azúcares aportan textura y sabor, por lo que su reemplazo se torna una gran tarea”.
Hoy, la UC investiga cómo obtener compuestos de alto valor de materias primas de origen vegetal, por ejemplo, ya han desarrollado snacks saludables en base a zanahorias, betarragas y camotes, sin sal y con un 75% menos de aceite en productos fritos, conservando sabores, colores y propiedades nutricionales.
El Centro de Innovación UC creó una unidad de I+D para impulsar el sector alimentos, mediante contratos de proyectos de investigación con una inversión que supera los $ 200 millones. También colabora con el Espacio Food & Service, donde investigadores de ingeniería, agronomía, física y diseño presentarán en septiembre innovaciones de alto impacto. Además, en Chile lideran el proyecto ELAN Network, que reúne a empresas nacionales y europeas en torno a negocios con base tecnológica, y que en octubre tendrán un encuentro en torno a alimentos saludables. 
CORFO IMPULSA INNOVACIÓN DEL SECTOR
Hace un mes el gobierno lanzó el Programa Estratégico de Alimentos Saludables de Corfo, cuyo principal objetivo es duplicar el valor de las exportaciones del rubro a 2025. Ello, trabajando en ámbitos transversales como infraestructura tecnológica; Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i); capital humano; articulación y redes; acceso a mercados; estándares y calidad.
«Hoy el consumidor tiene una responsabilidad global, le interesa que lo que consume venga de procesos sustentables, eco-eficientes y que no exista abuso laboral. Por lo tanto, la licencia para producir implica requisitos enormes: trazabilidad de la cadena logística, sustentabilidad de la producción, entre otros (…) Queremos posicionar a Chile entre los países que son referentes mundiales en la producción de alimentos saludables», afirma Eduardo Bitran, vicepresidente ejecutivo de Corfo.
La iniciativa -que cuenta con $ 17.835 millones para su fase inicial (2015-2016)- impulsa estándares de producción para reducir los nutrientes críticos de productos en las Micro, Pequeña y Mediana Empresa, a fin de cumplir con la nueva normativa de etiquetado, partiendo por mermeladas, lácteos y cecinas.
El sector alimentos representa el 23% de las exportaciones del país y otorga el 23% del empleo. «Si somos capaces de transformar la industria de alimentos tradicional en una que responda a este nuevo consumidor sofisticado, duplicaríamos el valor del rubro en diez años, con un alto impacto en las regiones y la economía. Hay un espacio de crecimiento extraordinario», sostiene.
fuente: df.cl